Las auroras son uno de los fenómenos celestes visibles desde la Tierra más admirados e inquietantes para el ser humano. Los pueblos que tradicionalmente conviven con este fenómeno, tanto los situados al sur donde estas auroras reciben el nombre de auroras australes, como los pueblos situados al norte donde ocurren las auroras boreales, disponen de una extensa cultura popular relacionada con las mismas. En Finlandia, por ejemplo, este fenómeno se conoce como ‘revontulet‘ (luces del Norte) y se relaciona con un zorro, del cual se dice que corre rozando con su cola las montañas y produciendo chispas que producen las luces en el cielo. En Estonia recurren a una ballena que lanza un chorro de colores al cielo para explicar el fenómeno y en Groenlandia se atribuía a las almas de los difuntos elevándose hacia los cielos; sin embargo en Polonia su apararición era augurio de una próxima guerra.
Pero, científicamente, ¿qué es una aurora polar?
Una aurora polar es un fenómeno provocado por el impacto con los átomos y moléculas de oxígeno y nitrógeno de partículas atómicas cargadas (protones y electrones) provenientes del Sol a su paso por las capas de la ionosfera. Se produce un fenómeno magnético que mueve las partículas en la dirección del campo magnético de la Tierra y cuya mayor visibilidad ocurre en las regiones polares de la misma y pueden durar de varios minutos a algunas horas. Este flujo de partículas se conoce como viento solar y viaja hacia la Tierra por la diferencia de presión entre la superficie del Sol y el vacío espacial a velocidades de 300 a 1000 km/s. Lo que es cierto es que su frecuencia aumenta con los períodos de mayor actividad solar.